Cómo fue que Mark Karpeles, un nerd víctima de bullying, forjó un imperio de moneda digital y terminó como sospechoso de un fraude que podría alcanzar los 500 millones de dólares
El 1º de agosto, después del amanecer, la policía de Tokio irrumpió en una casa elegante de una calle residencial en la capital de Japón y arrestó a Mark Karpeles, de 30 años, la cabeza de Mt. Gox, la mayor casa de intercambio online de bitcoins del mundo. Cuando sacaban al pálido y regordete francés del edificio, los policías casi no podían avanzar, asediados por una multitud de periodistas.
Tres meses antes, cuando conocí a Karpeles, la escena era considerablemente más tranquila en esa casa. Estaba horneando una tarta de manzanas, que había hecho siguiendo una receta de su abuela. Descuidado y alegre, llevaba el pelo oscuro atado en una colita y vestía pantalones verdes sueltos y una remera negra cubierta de harina con la leyenda: “Esta ni siquiera es mi forma final”. En su radio sonaba System of a Down. La mesa del living estaba cubierta de manzanas y migas de pan. A veces, usaba esta mesa para jugar con su tren de juguete.
Karpeles era el emperador accidental del bitcoin, un nerd desgraciado que, para sorpresa suya y de los demás, se volvió el capo más poderoso del dinero digital. Durante su reinado, el bitcoin, la forma líder de moneda virtual, elevó su valor de más o menos 25 centavos a 1.200 dólares. El Wall Street Journal estimó que Mt. Gox estaba procesando el 80 por ciento de todas las transacciones en bitcoins del mundo. En su cima, la compañía movía más de 4 millones de dólares por mes. Tyler Winklevoss -uno de los famosos mellizos que después de demandar a Mark Zuckerberg por la fundación de Facebook, llegó a un arreglo por 65 millones de dólares, y es uno de los más obstinados inversores en el dinero digital- dice que Mt. Gox era “la propiedad más importante y prominente en bitcoins”.
Pero en febrero de 2014 se descubrió que 500 millones de dólares en bitcoins se desvanecieron de la compañía de Karpeles, lo que dejó a los clientes de todo el mundo incapaces de retirar sus fondos. Es el robo online más grande de la historia: los cálculos varían en cuanto a la cantidad exacta. Muchos reportaron 450 millones de dólares; Karpeles dice que pudieron haber sido de hasta 650 millones. Algunos -incluidos quienes trabajaron cerca de Karpeles- sospechan que fue un robo de alguien de adentro. “Siempre hacíamos un chiste: ‘Llevale pizza a Mark cuando esté en la cárcel'”, dice Ashley Barr, la primera empleada de Mt. Gox. “Siempre supusimos que es ahí donde acabaría.”
La policía japonesa arrestó a Karpeles por supuestamente haber abultado sus cuentas digitales con un millón de dólares en bitcoins falsos, y haberse hecho de otros 8,9 millones de los depósitos de los clientes de Mt. Gox. Todavía lo están investigando para saber cuál fue su rol, si es que tuvo alguno, en la desaparición de los 500 millones de dólares en bitcoins.
Durante varios meses de entrevistas, Karpeles negó toda culpabilidad. “Mucha gente parece pensar que había alguien malvado en Mt. Gox”, dice. “Sé que no robé nada. O sea, si tuviera, no sé, 650 millones en bitcoins, o una parte, no estaría acá.”
Karpeles nunca se imaginó que estaría en el centro de una revolución financiera. Se crió en Borgoña y París, como el melancólico hijo único de una madre soltera (nunca conoció a su padre), y se escapó hacia el mundo que había del otro lado de su pantalla. Su madre, Anne, profesora de ciencias y programadora amateur, le programó un teclado musical para que tocara en su computadora Sinclair. “Yo creaba pequeños programas de juegos para él, y a él le gustaban”, cuenta ella por mail. “Un montón.”
A los 10 años, Karpeles había empezado a aprender programación desarmando el sistema de alarmas de su abuela. Mientras otros chicos soñaban con ser estrellas de rock o atletas, Karpeles soñaba con encontrar la fama a través de la programación. “Yo quería que el software que yo programaba fuera útil como para que todo el mundo quisiera usarlo”, dice.
De muy chico fue enviado pupilo a una escuela católica en el valle de Champagne. Pero, al ser socialmente raro y nerd, era acosado por sus compañeros de clase y excluido en la escuela. “No era tan fácil adaptarse”, me dijo. Karpeles pasaba sus días devorando cómics japoneses y garabateando códigos en un cuaderno, dado que no tenía acceso a una PC.
Después de terminar la escuela media, empezó a utilizar sus habilidades cuando se mudó a París con la madre, y empezó a hackear sitios de compras para obtener lo que quisiera sin pagar. Karpeles disfrutaba de su poder recién descubierto. Robar Game Boys y celulares para sus compañeros de escuela, aprendió, era un modo de hacer amigos. “Mucha gente me respetaba por eso”, recuerda. “Me sentía más importante, de algún modo. Si necesito algo, toco un botón y lo tengo.”
El fraude de Karpeles duró dos años, tanto que su miedo inicial de que lo agarraran se desvaneció. “Después de un tiempo, ves que no pasa nada y te olvidás”, dice. Hasta que apareció la policía y mandó al adolescente a la cárcel. Como era menor, salió en libertad condicional, pero la experiencia marcó el comienzo de años de agitación adolescente. Para desesperación de su madre, se escapó e intentó vivir en las calles de París durante una semana.
En 2009, se mudó a Japón, un país que lo había fascinado desde que se enganchó con el animé cuando era niño. Ahí se sintió en casa por primera vez en su vida. Aprendió rápidamente el idioma y lanzó su propia compañía de hosting en Internet. Conoció qué eran los bitcoins cuando un cliente en Perú le dijo que tenía problemas para obtener una tarjeta de crédito y le preguntó si podía, en su lugar, pagar en bitcoins.
El bitcoin fue creado en 2009 por un programador misterioso (o un grupo de programadores) bajo el seudónimo de Satoshi Nakamoto, como un nuevo sistema de pagos radical: descentralizado, no regulado y, en gran parte, anónimo. Aunque tiene un valor real (con una tasa de intercambio de más o menos 250 dólares), los bitcoins existen de manera electrónica. No hay papel, no hay monedas, no hay bancos que cobren costos de transferencia ni gobiernos que controlen el flujo. Intrigado, Karpeles pronto adoptó la moneda. Encontró una comunidad y un propósito entre los fieles del bitcoin como Jed McCaleb, un joven estadounidense que había lanzado hacía poco su propia casa de intercambio de bitcoins, Mt. Gox.
Mt. Gox originalmente era un sitio que McCaleb había creado para que la gente intercambiara tarjetas de Magic. Pero en julio de 2010, la destinó al intercambio de bitcoins, y se estableció como la primera agencia online de corredores de la moneda: procesaban compras y guardaban el dinero de los clientes. Al cobrar una pequeña comisión por los intercambios, Mt. Gox hizo 100 mil dólares en su primer año, dice Karpeles. Pero también hubo contratiempos, como cuando un hacker les robó 45 mil dólares en moneda virtual. En marzo de 2011, McCaleb quería irse.
De acuerdo con Karpeles, McCaleb, con quien se había familiarizado por Internet, le preguntó si quería tomar el control de Mt. Gox. Todo lo que pedía a cambio era que repartieran 50 y 50 las ganancias de los primeros seis meses, y un 12 por ciento de acciones en el futuro. “Básicamente lo recibí gratis”, recuerda Karpeles. En la época, con tan sólo 1000 personas usando el sitio, Karpeles no esperaba recibir más que dinero para comer ramen. Pero imaginó que sería “una nueva aventura”.
A Karpeles no le llevó mucho tiempo que esta nueva aventura diera un giro inesperado. El 6 de julio de 2011, tres meses después de haber tomado el control de Mt. Gox, los senadores Chuck Schumer y Joe Manchin les escribieron al fiscal general Eric Holder y a la administradora de la DEA Michele Leonhart urgiéndolos a que cerraran Silk Road, un mercado negro online usado predominantemente para drogas (ver RS 193). No sólo les preocupaba el sitio, sino la nueva economía que posibilitaba. “El único método de pago de estas compras ilegales es una moneda imposible de rastrear, que circula por un sistema de peer-to-peer, conocida como bitcoins”, escribieron los senadores.
Con la esperanza de permanecer fuera del foco de conflicto, Karpeles le escribió a la DEA, ofreciéndose a ajustarse a cualquier investigación. “Nuestra meta absoluta es la legitimidad, tanto para los bitcoins como para nuestro intercambio”, escribió. Para protegerse de que los traficantes de drogas lavaran dinero en el sitio, Mt. Gox empezó a rastrear transacciones sospechosas, especialmente las que implicaran grandes sumas. Las noticias acerca de Silk Road, sin embargo, se revelaron como buenas para el negocio. Con mayor exposición, el precio del bitcoin adquirió un nuevo pico de 30 dólares. En menos de dos meses, de acuerdo con Karpeles, Mt. Gox había crecido de 1000 a 6000 clientes.
Pero el floreciente imperio de Karpeles pronto recibiría un gran golpe. El 18 de junio, alguien dijo haber hackeado las computadoras de Mt. Gox y estar vendiendo sus archivos. Los clientes empezaron a notar que había bitcoins que desaparecían misteriosamente de sus cuentas. Karpeles usó Twitter y Reddit para asegurarles a sus nerviosos clientes que, de hecho, los problemas afectaban sólo a unos pocos usuarios. “Créanme”, escribió, “si tuviéramos un problema en Mt. Gox y estuviera siendo explotado activamente, tendríamos más de doce cuentas comprometidas”.
Pero la noche siguiente, un llamado urgente despertó a Karpeles. El valor del bitcoin estaba cayendo. A las 2 a.m. descubrió que un hacker estaba cobrando miles de bitcoins en efectivo, y por ende desplomando su valor, que pasaba de 17 dólares por bitcoin a menos de un centavo. “¡Alguien está cobrando la veta principal en mtgox!”, posteó alguien en los foros. Karpeles rápidamente traspasó 7 millones de dólares en bitcoins a otro servidor y cerró Mt. Gox temporariamente antes de que el daño fuera mayor.
Estas fueron apenas las primeras de muchas advertencias que Karpeles parecía ignorar. Aun así, la compañía, y la moneda, sobrevivieron los primeros ataques y continuaron explotando. Karpeles se expandió a docenas de empleados y se mudó a las antiguas oficinas de Google en Tokio. Más allá de su tendencia a ser, según lo dice su madre, “introvertido”, a muchos les pareció que el éxito se le estaba subiendo a la cabeza. “Tuve que convencerlo de que no se comprara un Lamborghini”, dice Barr, su compañera de trabajo. “Siempre sentí que Mark estaba tratando de probar algo, como si en su infancia le hubieran dicho que él no valía nada. Una vez, sentado en su computadora, dijo: ‘Ojalá mis viejos profesores me vieran ahora’. Quería ser el jefe de algo grande.”
Para Mt. Gox, uno de los empujones más grandes llegó a través de los “Winklevi”. Los mellizos habían estado de vacaciones en la isla española de Ibiza cuando escucharon acerca del bitcoin. Habían empezado a gastar el dinero que recibieron por el arreglo de Facebook invirtiendo en varios startups, y estaban buscando la nueva gran cosa.
“El bitcoin y la moneda digital son algo que siempre estuvo a punto de ocurrir”, dice Tyler Winklevoss. Los Winklevi apostaron a lo grande, y gastaron cientos de miles de dólares en bitcoins. Y había un solo lugar en el que comprarlos a granel, según se dieron cuenta: una compañía dirigida por un francés esquivo que vivía en Tokio, Mt. Gox. Aun así, los Winklevi no desconocían los riesgos de involucrarse con esta compañía. “Es como ver que están construyendo casas junto a una colina, y que no tengan seguro”, dice Tyler. “Después viene un alud de barro y las destruye.”
Para 2013, Karpeles sentía que estaba cumpliendo su antiguo sueño de llegar a las computadoras de todo el mundo. Pero mientras disfrutaba de su nueva riqueza, los agentes federales sospechaban que sus manos se estuvieran ensuciando con el manejo de algo nefasto: Silk Road. En abril de 2012, unos investigadores lograron identificar bitcoins de Silk Road que se lavaban a través de Mt. Gox. Y ese verano, el investigador principal Jared Der-Yeghiayan se enfocó en un “buen objetivo”, según lo diría más tarde: Karpeles.
El 9 de mayo, otros investigadores hicieron una denuncia para congelar 2 millones de dólares de las cuentas de Karpeles en Estados Unidos, por una supuesta operación de transferencia de dinero ilegal. De esta manera, los negocios de Karpeles en Estados Unidos estaban efectivamente terminados.
Con los federales apretando a Karpeles, Mizuho Bank, la empresa en Japón que manejaba todas las transferencias y extracciones internacionales para Mt. Gox, se negó a procesar cualquier otra extracción en el sitio. Cuando los clientes de Mt. Gox empezaron a quejarse de que les llevaba cada vez más tiempo extraer dinero, Karpeles los eludía diciendo que había un “retraso” en las órdenes.
El 7 de febrero de 2014, Mt. Gox anunció que suspendía todas las extracciones. La decisión causó que el valor del bitcoin bajara más de 8 por ciento, y creó pánico en Internet. La caída mostró el poder de Mt. Gox, y lo vulnerable que era la moneda respecto de los problemas de la compañía. “Era la única casa de cambio”, dice el prominente inversor de bitcoins, Barry Silbert. “Pero era uno de los negocios peor dirigidos.” Luego de dos semanas sin ninguna información, los clientes se conectaron a Mt. Gox el 24 de febrero para encontrarse con la realidad más pesadillesca: una pantalla en blanco. Los peores miedos fueron confirmados cuando apareció una nota en el sitio. Se había tomado la “decisión de cerrar todas las transacciones por el momento”, según se leía.
De acuerdo con Karpeles, el problema vino de lo que llama “una maleabilidad en las transacciones”, una falla en el software que permite a la gente de afuera manipular las transacciones de bitcoins y robar dinero del sitio. Al principio, me dice, no tenía idea de cuántos bitcoins faltaban, pero cuanto más averiguaba, peor se volvía: según su cálculo, desaparecieron 650 millones de dólares en bitcoins. “Parecía verdaderamente irreal”, recordaba una noche en un bar subterráneo de Tokio. “No sé cómo describirlo. Cuando te operás en un hospital sin anestesia, al principio te duele, pero en un momento el dolor llega a un punto en el que ya no sentís nada.”
Por encima de los carteles de animé y de las luces de Tokio, Karpeles se escondió en su departamento, en un estado de terror. Varios manifestantes habían viajado a Tokio desde todo el mundo para acampar frente a su oficina. Recibió amenazas de muerte. “Necesitamos una organización para buscar y torturar y matar a Mark Karpeles”, decía un post anónimo en un foro. “No sentía que mi vida estuviera a salvo”, me dijo.
El 28 de febrero de 2014, Karpeles se declaró en bancarrota y ofreció una conferencia de prensa en Tokio. De pie frente a las cámaras, con un traje gris de un talle equivocado, su mente se aceleraba. “Hubo debilidades en el sistema”, tartamudeó. “Siento mucho haber causado estos inconvenientes.” Dice que quería decir más, pedir perdón por lo que había pasado, y contar lo “devastado” que se sentía. Pero en su lugar se deshizo en disculpas frente a los flashes de las cámaras. “Traté de hablar”, me dice, “pero no me salían las palabras”.
Cuando el colapso de Mt. Gox llegó a los diarios, no sólo el futuro del bitcoin entraba en duda, sino también el rol de Karpeles en la debacle. Las sospechas crecieron cuando en marzo la compañía dijo que había encontrado 200 mil bitcoins en una billetera digital olvidada; el equivalente de haberse olvidado 125 millones de dólares en oro que dejaste debajo del colchón.
“No es algo que puedas olvidarte accidentalmente”, dice Jay Edelson, un abogado que representa a los 600 mil clientes norteamericanos de Mt. Gox en una acción judicial colectiva. Los investigadores esperan recuperar los bitcoins perdidos, una tarea difícil en una época en la que alguien puede esconder 500 millones de dólares en un pen drive. “Alguien tiene cientos de millones de dólares en bitcoins que no devolvió”, dice Edelson, “y están ahí en el universo”.
Para los verdaderos creyentes en la moneda digital, la caída de Mt. Gox y el arresto de Karpeles marcan el final de la época del Salvaje Oeste del bitcoin. Ahora, con los bancos más importantes (como Goldman Sachs) invirtiendo millones en casas de cambio de moneda virtual, los inversores optimistas apuestan a que el bitcoin se vuelva “el futuro del dinero”, como dice Cameron Winklevoss. Junto con su hermano, se dispone a abrir una compañía de bitcoins compatible con Wall Street, llamada Gemini.
Mientras tanto, la policía está tratando de encontrar los cientos de millones de dólares en bitcoins que desaparecieron de Mt. Gox, y determinar qué salió mal. Algunos dicen que fue incompetencia. Nicolas Christin, un científico de la computación de la Carnegie Mellon University, examinó varias bases de datos de Mt. Gox y encontró pruebas de bugs, archivos desaparecidos y registros de contaduría que eran “un lío horrible”, según me dice. En el pedido de bancarrota, Karpeles reconocía que había sido consciente de vulnerabilidades desde 2011, por lo cual mucha gente cree que él, cuanto menos, ignoró años de fondos que se perdían.
Otros insisten en que fue un robo elaborado. En enero, luego de seis meses investigación de Mt. Gox, la policía japonesa concluyó que el asalto había sido, al menos “parcialmente obra de alguien de adentro”. Mucha gente, incluidos los abogados de la demanda colectiva, señala al propio Karpeles. “Mark dirigía Mt. Gox”, dice Edelson. “Tenía control de toda la programación, todas las transacciones, y no permitía que nadie se metiera en el proceso. Todas las señales lo indican como la persona que hizo esto.”
Karpeles, mientras tanto, sigue siendo interrogado por los investigadores japoneses, y todavía no lo han acusado de ningún crimen. Admitió a los periodistas que creó bitcoins falsos, pero sólo como “una prueba” para un software nuevo, no con la intención de enriquecerse. También dijo que va a “negar, por supuesto” cualquier acusación que pueda recibir. ¿Qué es lo que él dice que pasó en Mt. Gox? La última vez que vi a Karpeles en su casa, en mayo, me dijo que sospechaba que quizás alguien en la compañía había sido víctima de un fraude electrónico, lo cual le permitió a un hacker externo acceder a la base de datos de Mt. Gox. “No sé si hubo ayuda de adentro o no”, dice. “Sigo creyendo que es muy probable que alguien de afuera haya coordinado la operación.”
Durante mi tiempo con Karpeles en Tokio, sostuvo su inocencia con tanta calma que me dejó con dos posibles conclusiones. O bien es el genio criminal más grande de la era digital, o un tonto ingenuo que fue demasiado lejos y, quizá, recurrió a los medios más desesperados para salir del meollo. Pero lo encuentren culpable o inocente, todavía no terminó de soñar. Espera aprender de las lecciones de Mt. Gox y crear una forma más segura de dinero digital: “Todavía quiero estar en todas las computadoras del mundo”.
Por David Kushner
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