Bitcoin y la tecnología de cadena de bloques que lo sustenta lleva ya más de seis años; para los cambios que implica, es poco tiempo. Nadie sabe a ciencia cierta qué tanto será utilizado en el futuro; puede ser reemplazado por una tecnología superior, puede tener un uso limitado a ciertos nichos, ser un sistema de clearing financiero mundial, una moneda de uso corriente; o ser parte de tantas otras aplicaciones, financieras o no.
Esa incertidumbre genera diversas opiniones sobre cuánto estamos dispuestos a pagar por su unidad. Su precio volátil es el resultado de esas distintas valoraciones, que además cambian de momento a momento en cada uno de nosotros. No es todo, también se trata de un mercado chico, donde una operación de algunos millones de dólares puede alterar su cotización.
Este conjunto de variables suele dar como resultado una volatilidad diaria que ronda el 3,8%. ¿Es mucho? Sí, mayor que la del oro y que la mayoría de las monedas fiat del mundo. ¿Siempre será así? Lo desconocemos, pero el crecimiento de su capitalización, junto con el transcurso del tiempo que reduce la incertidumbre propia de lo nuevo, podrían resultar en un valor más estable en la cotización futura del bitcoin.
Ahora bien, ¿afecta la volatilidad a todo usuario de Bitcoin? La respuesta es no. Si bien bitcoin puede utilizarse para atesoramiento, inversión, especulación o ahorro, muchos de sus usuarios lo ven y utilizan como una herramienta para la transferencia de valor inmediata, y en este caso, el precio no tiene gran incidencia.
Para quienes lo utilizan para remesas, o como una alternativa más económica, libre e inclusiva a las transferencias bancarias, bitcoin es una tecnología revolucionaria y útil, tanto con un valor de US$1 como de $1,000 por unidad.
Imaginemos a un padre de familia, trabajando en Europa, que debe enviar dinero mensualmente a su familia en Argentina. Sus alternativas son una compañía de remesas, o estar bancarizado en origen y destino. Ambas opciones tienen problemas con el tipo de cambio reconocido (Argentina tiene un tipo de cambio “oficial”, compulsivo, más bajo, que no se corresponde con la realidad del mercado), con lo cual el envío de euros será convertido a pesos argentinos a un valor más bajo que el verdadero, perdiendo un porcentaje superior a 30%. Ambas alternativas tienen comisiones que tampoco son despreciables.
Por otro lado, veamos el ejemplo utilizando bitcoins con una operatoria completamente legal. El padre los adquiere en Europa a cambio de euros (en efectivo o de manera bancarizada, mediante un broker o casa de cambio), y los envía a su familia en Argentina, que a las pocas horas los vende en el mercado local.
Dado que la unidad monetaria de bitcoin, gracias a su comportamiento similar a un commodity, tiene una cotización similar en todo el mundo, la transferencia no tendrá la confiscatoria conversión, que realiza el Banco Central argentino, a un tipo de cambio irreal. Existirán comisiones propias de los brokers o casas de cambio que hacen la conversión, pero el resultado es una menor perdida de valor en el envío.
Como vemos, poco importa el precio del bitcoin al utilizarlo como herramienta para transferencias de valor. El precio definirá cuántos bitcoins se están transfiriendo, pero la volatilidad de unas horas entre la compra y la venta no suele ser problema. Asimismo, ya existen herramientas online que “congelan” el valor de una transferencia de bitcoins, asumiendo ellas ese riesgo.
Este no es el único ejemplo: también existen zonas con bloqueos comerciales (Crimea), cupos de viaje (Venezuela), o actividades legales donde ninguna empresa de procesamiento de pagos quiere involucrarse (PayPal y MEGA hace pocos días). Todas situaciones donde el bitcoin puede ser un estado temporal de valor que queremos transportar o transferir.
En estos contextos de trabas y represión financiera, bitcoin no solo es más económico y respetuoso de nuestra privacidad, sino que su descentralización y desintermediación a veces es la única alternativa.
Su precio importa —pero la libertad que nos brinda importa aún más.
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