Una delegación de ejecutivos estadounidenses voló a Pekín en abril para sostener una reunión secreta en el hotel Grand Hyatt.
Fueron a reunirse con los nuevos mandamases en lo que se ha convertido en uno de los experimentos con dinero más grandes y extraños que haya presenciado el mundo: la divisa virtual llamada bitcoin.
Contra todas las posibilidades y a pesar de una abstrusa estructura, en la que se dice que las súper computadoras extraen la divisa mediante fórmulas matemáticas, bitcoin se ha convertido en una industria multimillonaria.
Sin embargo, pese a estar definida como un nuevo tipo de moneda digital y una insólita red financiera, bitcoin está atravesando por lo que podría llamarse una crisis de identidad. La divisa virtual está surgiendo contra los inevitables jalones y estirones entre su crecimiento comercial y la pureza de sus ambiciones originales.
En su primera concepción, bitcoin iba a existir más allá del control de un solo gobierno o país. Sin embargo, pese a que se habla de una divisa sin fronteras, un puñado de compañías chinas han asumido el control mayoritario de la red bitcoin.
Y lo lograron a través de sagaces inversiones y vastas granjas de servidores dispersas por todo el país. Al momento de la reunión, más de 70 por ciento de las transacciones de la red bitcoin se realizaban a través de tan solo cuatro empresas chinas, conocidas como depósitos de extracción de bitcoin. Eso les otorga lo que equivale a poder de veto ante cualquier cambio en el software y la tecnología de bitcoin.
China se ha convertido en un mercado para bitcoin como no hay en ninguna otra parte de Occidente, impulsando enormes inversiones en granjas de servidores así como enormes transacciones especulativas en las bolsas chinas de bitcoin.
Las bolsas chinas representan 42 por ciento de todas las transacciones bitcoin en lo que va del año, según un análisis realizado para The New York Times por Chainalysis.
Pero la influencia de China está suscitando preocupación por la independencia y la descentralización de bitcoin.
Las compañías estadounidenses que se reunieron en el Grand Hyatt de Pekín están luchando para que bitcoin sea más grande.
Esperan expandir la capacidad de la red de bitcoin para poder procesar más transacciones y competir con empresas como PayPal y Visa de todo el mundo.
El tamaño actual de la red se remonta a los primeros días, cuando el fundador de bitcoin, Satoshi Nakamoto, limitó la cantidad de datos que podían desplazarse por la red. La delegación estadounidense que visitó China llevaba una propuesta de software, llamada Bitcoin Classic, que lo cambiaría todo.
Pero las empresas chinas tenían la última palabra acerca de hacer cualquier cambio en el software y no estuvieron de acuerdo con la delegación de Estados Unidos.
Algunos defensores de bitcoin se han quejado de que las compañías chinas están motivadas únicamente por las ganancias de corto plazo. Bobby Lee, director general de la compañía de bitcoin BTCC, con sede en Shanghái, se irrita con esa idea y por la noción de que las compañías chinas representan una especie de frente unido.
Él asegura que los estadounidenses no lograron entender la dinámica de poder que se desarrolló en la sala ese día. “Fue como si los occidentales imperialistas llegaran a China a decirnos lo que teníamos que hacer”, señaló Lee en entrevista.
El misterioso creador de bitcoin, Satoshi Nakamoto, publicó el software a principios del 2009. Estaba diseñado tanto para constituir una divisa digital como una forma de transmitir y tener dinero en depósito.
Desde un principio, el sistema se diseñó para ser descentralizado, manejado por todas las personas que enlazaran su computadora con la red bitcoin y ayudaran a procesar las transacciones.
El atractivo de una red manejada por un grupo era que no habría un punto único de falla o una compañía que pudiera cerrar todo si la policía interviniera. El poder de tomar decisiones residía en las personas que participaran en la red, proporcional al poder de cómputo que aportaran.
El atractivo de nuevas riquezas constituía el incentivo de participar: cada diez minutos se emitía una nueva bitcoin y se le daba a alguna de las computadoras que estuvieran ayudando a mantener el sistema. En la jerga de bitcoin, se decía que esas computadoras estaban “extrayendo” bitcoins.
Lee explica que los chinos se aficionaron muy pronto a bitcoin por varias razones. Para empezar, el gobierno chino había impuesto limitaciones estrictas a otros posibles recursos de inversión, provocando en sus ciudadanos un fuerte apetito por nuevos bienes.
Asimismo, agregó Lee, a los chinos les encanta el volátil precio de bitcoin, que le da a la incipiente red de la divisa el carácter de juego de apuestas en línea, actividad muy extendida en China.
El volumen de la actividad especulativa en China a fines del 2013 impulsó el precio por encima de los mil dólares por cada bitcoin.
Ese incremento hizo que el gobierno de Pekín interviniera a fines del 2013 y cortara el flujo de dinero entre los bancos chinos y las bolsas bitcoin, reventando así lo que parecía una burbuja bitcoin.
Pero ese frenesí despertó el interés por otro aspecto de la moneda: la extracción de bitcoin.
Los operadores de los grandes depósitos de extracción se han vuelto los mandamases del mundo de bitcoin: manejar los depósitos les confiere el derecho a votar sobre los cambios en el software de bitcoin y, mientras mayor es el depósito, mayor es el poder de voto.
Independientemente de cómo resulte el debate sobre el software, existe el miedo de que el gobierno de China decida presionar a los extractores del país para que usen su influencia y modifiquen las reglas de la red de bitcoin.
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